OPINIÓN || El intendente de La Matanza enfrenta una grave acusación de abuso sexual. La Justicia decidió procesarlo, entendiendo que hay elementos para entender que el relato de la víctima es verosímil, a tres años del inicio de la denuncia. Sin embargo, Fernando Espinoza sigue en su puesto, no piensa en renunciar, o al menos tomarse licencia hasta que la situación se aclare, como haría cualquier persona de bien. ¿Por qué nadie en el peronismo lo condena?
La respuesta a esta pregunta puede encontrarse en varios factores. En primer lugar, La Matanza es un bastión histórico del peronismo, y Espinoza ha jugado un rol crucial en mantener la hegemonía del partido en la región. Su capacidad para movilizar votos y garantizar resultados electorales favorables es una de las razones por las cuales sigue contando con el respaldo de sus pares. Además, en un contexto político tan polarizado, el peronismo trata de evitar cualquier acción que pueda interpretarse como una admisión de culpa o que debilite la cohesión interna del partido.
Lo normal sería que, ante una acusación de tal gravedad, Espinoza se apartara del cargo temporalmente para permitir una investigación transparente y evitar influencias indebidas. Sin embargo, Espinoza cuenta con una mayoría automática en el Concejo Deliberante de La Matanza, lo que le asegura una protección frente a cualquier intento de juicio político. Esta situación le permite permanecer en el poder sin asumir riesgos significativos, evidenciando una falla en los mecanismos de control y rendición de cuentas.
Por otro lado, el caso de Espinoza no es un hecho aislado en la política argentina. La falta de condenas claras y medidas contundentes ante situaciones similares ha sido una constante, lo que refuerza la percepción de impunidad y la protección de los intereses políticos por encima de los principios éticos. La actitud encubridora del peronismo en este caso no hace más que perjudicar la imagen del partido, generando desconfianza y repudio entre los votantes.
Además, el año pasado, Patricia Cubria del Movimiento Evita enfrentó en una dura interna a Espinoza, fue víctima de varias situaciones de aprietes y violencia, tampoco condenadas por el entonces oficialismo nacional. Este intento de renovación interna puso en evidencia las prácticas coercitivas y la resistencia a cualquier tipo de cambio en la dirigencia local. Las denuncias de Cubria subrayan un clima de intimidación y falta de apertura dentro del partido, que se suma a la actual controversia que rodea a Espinoza.
Mientras tanto, Espinoza se defiende públicamente, asegurando que es víctima de una persecución política y judicial. En un comunicado reciente, expresó que la verdad prevalecerá y que continuará trabajando por el bien de La Matanza. Sus declaraciones han sido respaldadas por figuras clave del peronismo, lo que pone de manifiesto la complejidad de un caso donde la justicia y la política parecen entrelazarse de manera inseparable.
El futuro de Espinoza y su impacto en el peronismo están aún por definirse, pero lo que es indudable es que este caso pone a prueba los valores y la credibilidad de un movimiento que ha sido fundamental en la historia política argentina, El justicialismo debe replantearse su accionar si quiere seguir siendo una opción de gobierno a futuro y no convertirse en un símbolo de impunidad y pasado, como le ocurrió al PRI en México.
Fuente: (Cristian Salles para Zona Oeste Diario)
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